lunes, 7 de marzo de 2011

Crítica Vs. Reconocimiento a la Clase Medica: Al que le sirva El sombrero...


Desde hace un tiempo aquí en Dominicana, -realmente desconozco si lo mismo pasa en el resto del mundo- una gran parte de la clase médica parece haberse convertido en simples y vulgares comerciantes de la salud, en donde la vida humana tiene poco o ningún valor,  excepto el de ser el exclusivo y único medio para obtener ganancias materiales –grandes o pequeñas, aquí es irrelevante el monto- y el consabido prestigio social y profesional, que estas traen,  muy al margen de lo que la vocación de servicio y la ética profesional les dicta.  Podría enumerar una larga lista de casos concretos sobre el particular que pueden servir de ejemplo, y sé por experiencia propia y testimonios de allegados y conocidos que no son simples hechos aislados, sino el modo en que operan muchos de estos profesionales.  Si no menciono nombres aunque los tengo, es porque mi intención aquí no es dañar, sino justamente todo lo contrario. 

A mi cuñado se le descubrió un cáncer de próstata en su etapa inicial hace aproximadamente tres años. Tiene 48 años de edad. El médico que lo atendió, catedrático de una prestigiosa universidad nacional, de vastos conocimientos y experiencia en la materia, lo sometió a un tratamiento para reducir el tamaño, restringir su crecimiento y poder operar.  Hace algunos meses, después de practicársele la intervención quirúrgica que pretendía extirpar el cáncer, lo cual no pudo lograrse en un su totalidad debido al avance que tuvo, mi cuñado consultó otros médicos y éstos, entre los cuales había un alumno del médico que lo trató inicialmente, se preguntan por qué no lo operaron inmediatamente se le descubrió dicha enfermedad, alargándole el malestar y exponiéndolo a mas riesgos,  con los cuales hoy se enfrenta.  Después de tratar de extirparle sin éxito el cáncer, se descubre que ha invadido los pulmones con las correspondientes consecuencias que esto implica y que el tratamiento no fue en modo alguno el que requería la gravedad del caso.

Un amigo sufría molestias en su estomago, dolores muy fuertes y la imposibilidad de alimentarse debido a ello.  Luego de múltiples exámenes,  su médico le dice que tiene una situación tan compleja que operarse es una osadía que no garantizara conservar la vida después, por un derrame pleural, la hernia que tenia y otras anomalías más. Concluye que debido a la gravedad del caso y a su edad,  le restan pocos meses de vida.   Luego de evaluarse con otros médicos, descubren que no hay nada anormal excepto una condición preexisten en él, luego de una operación practicada hacía más de 20 años y que sus dolores no son más que el producto de una bacteria intestinal.

Una de mis hermanas,  próxima a casarse, va a consultarse con una ginecóloga para prever cualquier anomalía para embarazarse que pudiera haber.  Aunque no hay una situación importante,  le manda a hacer unos estudios muy importantes y le pone un tratamiento de hormonas 6 meses antes de la boda.   Luego de 5 meses de casada, mi hermana va a consultarse con otra especialista experta en infertilidad, obstetra y endocrinóloga y esta, después de una exhaustiva evaluación general,  le dice que no le estaban tratando el origen del problema,  que ella no necesitaba ese tratamiento hormonal, y que antes de eso, debió indicárseles otros estudios previos de mayor envergadura que los que a ella le indicaron.

Ante estos casos, que no son más que una pequeña muestra que se repite con inusitada frecuencia, yo me pregunto, ¿no es recomendable que antes de emitir un diagnostico los médicos busquen la opinión de colegas para evitarle al paciente,  no solo el dolor, el sufrimiento y la consabida perdida de tranquilidad, sino para garantizar el éxito de su  misión que es en definitiva salvar  y/ o preservar la vida antes que cualquier otra cosa?

¿Cuántas vidas se han perdido por un diagnostico incorrecto?, ¿cuántas operaciones se practican sin ser realmente necesarias?  ¿Y qué del trauma, del dolor, la angustia y los problemas sicológicos, emocionales y hasta físicos que sufre ese paciente y su familia, sin contar para nada lo económico que ha arruinado tantas vidas?

Conozco un prestigioso neumólogo que cuando se le pregunto sobre la elevada tarifa que cobra por consulta pregunto ¿y cómo sostengo ese Mercedes (auto) que está estacionado allí afuera?

No tengo ningún problema en entender y aceptar que un profesional cobre lo que se merece por su trabajo, por lo que valen sus servicios, o para entender que un medico que se pasa años preparándose espere recibir justa compensación  por sus servicios una vez que se establece, pero... ¿donde ha quedado la ética, su juramento hipocrático, donde queda el compromiso, la vocación de servicio, la sensibilidad humana?

Mi problema no es aceptar que un profesional cobre tarifas altas por sus servicios;  mi problema es que se me atienda como es debido, que se ofrezca un servicio de calidad, equitativo, justo y humano, para pagarlo con la satisfacción de que, sean caros o no, al menos recibí por lo que pagué.  Muchos médicos tratan a los paciente como si estos tuviesen la culpa de los innumerables dificultades que enfrentaron para llegar a ser un profesional, o peor aún, como si fuera su culpa la precariedad con la que viven, si no han conseguido el anhelado prestigio y el aval económico suficiente para independizarse.

Una doctora que atendió a mi amigo le sugirió buscarse “un medico consciente para que no pretendiera hacerle una operación,  sin analizar primero si la misma procedía y cuáles eran sus posibilidades reales de éxito con la misma” esto lo he re-formulado para no ponerlo tan crudo como ella lo expresó; la idea es la misma.

No pretende ser idealista,  ni que todo mundo se convierta en un samaritano, pero tampoco resulta una utopía desear que la clase médica sea lo suficientemente  honesta y justa.  No obstante lo anterior, puedo reconocer que hay médicos excelentes, no solo por los conocimientos adquiridos y la vasta experiencia acumulada, sino por el trato eficiente, amable, considerado y digno que brindan a sus pacientes. 



En este apartado pues, quiero hacer un humilde y sincero reconocimiento a aquellos médicos cuyo prestigio, amplios y exquisitos conocimientos en la rama que se trate, el merecido reconociendo de la sociedad,  y sus logros profesionales;  no le eximen de tener una gran calidad humana, y un la necesaria vocación de servicio, para ofrecerlo con dignidad y humildad, sin desmedro de las justas retribuciones económicas que por ello merecen.  Tampoco voy a mencionar nombres aquí, porque todavía gracias a Dios, hay miles más que se han ganado el respeto y agradecimiento por hacer lo que saben y deben.   

Como dice un refrán popular: al que le sirva el sombrero… …


Ps.:  Dolorosamente, mi cuñado, mi hermano,  Dager Yeara murió el 23 de abril de 2011.