sábado, 8 de enero de 2011

Defendiendo mi fe en Dios

Como cristiana que soy, en mi diario vivir he tenido que defender mi fe ante personas que no creen en Dios,  debido a errores que cometen algunos que dicen serlo y que causan la desconfianza y falta de fe en los que sí lo son  y aun mas en Dios mismo.  Por ello, y gracias a su Santo Espiritu, el Señor me ha mostrado algunas formas para defender mi fe y para ayudar a otros a entender la responsabilidad -individual- que los seres humanos tenemos ante el.  Estos son algunos de las cuestiones mas usuales con las cuales nos atacan y que aclaro aqui.

No obstante, hago la salvedad de que un cristiano no es una persona perfecta, ni cree serlo, nada mas lejos de la verdad.  Precisamente porque sabemos que no lo somos  -solo Dios lo es- buscamos la sabiduria y la guia divina para ser mejores personas, mejores seres humanos, y con nuestras propias fuerzas  y recursos no podemos lograrlo.  

Un verdadero cristiano es una persona comprometida con su señor para agradarle, obedecerle y servirle, y que en su caminar va haciendo  los ajustes necesarios para dejar de hacer aquello que ya sabe no esta bien y para hacer lo que le agrada a Dios  cumpliendo su voluntad.  No es que no peque, es que no desea hacerlo y aun cuando cometa un pecado o una falta y caiga,   estará luchando para que su debilidad no lo venza y lo aparte de la comunion e intimidad con Cristo.    Es una lucha constante entre nuestra vieja naturaleza caida y sus deseos imperfectos y la nueva vida en Cristo. Ser cristiano es pues, un estilo de vida.


1.-Por qué aceptar al Señor y creer en Dios: analogía entre una empresa y el reino.

Supongamos que trabaja en una empresa donde hay un jefe, un contador, secretaria, mensajero, conserje y técnicos, etc.  ¿Qué es usted en esta empresa?  En la posición que usted ocupa tiene responsabilidades y obligaciones: hacer bien su trabajo, cumplir su horario, respetar las normas y al jefe, etc. También tiene derechos: salario, beneficios, respeto, dignidad, etc.  Si el contable roba, la secretaria es indecente y no hace bien su trabajo, y su jefe no le trata como merece, ¿es esto justificación para que usted incumpla con sus obligaciones? ¿Justifica esto que usted no llegue a tiempo o deje de hacer cosas que le competen y con las cuales se comprometió? No. ¿Verdad?  Quizás esté en el deber de llamarle la atención a su compañero, de hacerle comprender su mal proceder, pero usted no es responsable por las faltas y errores ajenos, sobre todo,  si trató de ayudarle.  Entonces es lo mismo en el reino de Dios.  Su responsabilidad ante Dios es personal e individual, no importa lo que otros cristianos hagan mal o dejen de hacer, no es su deber responder por ellos.  Nuestro deber es con Dios, hacer lo que le agrada,  ponerse a cuentas con él, hacer su voluntad.  Es cierto que tenemos el deber de velar porque los demas -especialmente los hermanos en Cristo cumplan  su voluntad, y si es necesario, de amonestarlos en amor cuando no hacen lo correcto y de hablarles de Cristo a los  que no creen pero eso no implica que tengamos que responder por los actos de los demás. Finalmente, cada quien dará cuenta de sus actos a Dios, sea cristiano o no lo sea, le guste o no.

Así que,  debemos buscar a Dios mientras puede ser hallado, aceptar a Cristo como nuestro salvador personal; hacer su voluntad, tener comunión verdadera, personal y sincera con El y hacer los ajustes necesarios para agradarle  y corregir lo que no está bien en nosotros,   para poder tener paz interior, armonía con los demás y santidad, sin la cual nadie verá al Señor. 

Es lamentable que personas que dicen ser cristianos permanezcan en sus pecados y malos hábitos,  y no les importe que el nombre de Dios sea blasfemado y que otros por su culpa, pierdan la credibilidad y/o la fe en El.  El nombre de Dios es juzgado por el proceder de los cristianos y la mayoría de las veces, nuestro testimonio de vida, la forma en la que actuamos,  será la vara que el mundo usará para medir su existencia,  su santidad y su poder.  Recordemos que ya no vivimos para nosotros mismos, sino para Dios y para dar testimonio de su obra redentora en nosotros por medio de Cristo

2.-La razón para congregarnos.

Cuando tenemos el deseo intenso o la necesidad de aprender algo que realmente nos gusta,  y que nos puede servir, no solo de diversión, sino también para vivir y/o ganar dinero,   ser bendecido o bendecir a otros; hacemos lo que sea necesario para ello, como por ejemplo estudiar una carrera, aprender a bordar y tejer, jugar tenis o aprender a tocar un instrumento, etc.  ¿Dónde vamos a aprenderlo? ¿Con quién nos juntamos?  

Por supuesto, vamos donde hay personas acreditadas para enseñarnos lo que necesitamos aprender, donde otros comparten nuestras inquietudes y sus experiencias, donde otros también aprenden.  Si por ejemplo queremos aprender a tocar violín, no podemos quedarnos en casa solas con un manual. Eso por sí solo no basta para que aprendamos todo lo que tenemos que aprender para dominar la técnica y la maestría.  Necesitamos compartir los consejos sabios de expertos en la materia. Necesitamos tiempo, practicar.   No vamos a un club de tenis o a una escuela de pintura. Vamos a una escuela de música.

Es lo mismo con la iglesia.  Si tiene un deseo intenso por conocer y agradar a Dios, debe asistir regularmente a la iglesia: para compartir con otros su fe, para aprender a sacar riquezas de la fuente inagotable de sabiduría, amor y múltiples bendiciones de Dios a través de su Santa Palabra.  Necesita estar en comunión con otros hermanos, ayudarlos para que sea más fácil su caminar, mostrarle a los débiles y nuevos conversos cómo salir a flote en diversas pruebas, gozar juntos, compartir las alegrías y los sufrimientos, dar su testimonio de vida.   

Aun cuando tenemos amigos y familiares que no son cristianos,  a los que amamos mucho y con los cuales compartimos, cuando se presentan situaciones dificiles y numerosas pruebas, no nos comprenden y apoyan en la justa medida, aunque nos amen, porque no tiene el conocimiento para darnos buenos y sabios consejos.  No ven las experiencias con los ojos de la fe, su comprensión es limitada.   Además y principal razón, debemos asistir a la iglesia porque es un mandamiento de Dios, para obedecerle y agradarle cumpliendo su voluntad.

3.-Sobre la maldad en el mundo

Cuando enfrentemos  los ataques de no creyentes sobre el por qué de la maldad en el mundo, y su creencia de que esto es evidencia de que  Dios no existe, podemos explicar lo siguiente:   

El mundo es como un campo minado.  Somos como niños y  nuestro padre nos ha enseñado el mapa que nos indica dónde están escondidas esas minas que pueden explotar y causarnos la muerte, daños físicos, traumas, etc.  Nuestro padre, conoce el campo en toda su geografía: sus alturas y sus valles, las zonas peligrosas, zonas verdes, zonas feas y zonas preciosas, etc.:  él lo hizo, pero las minas (el mal: la violencia, enfermedades, etc.) son puestas por el diablo,  que como dice La Palabra, solo busca matar, robar y destruir.  Como Dios es sabio y amoroso,  conoce nuestra naturaleza y sabe cuánto daño puede causarnos que explote una mina,   las consecuencias de ignorarlas, y las secuelas que puede dejarnos su explosión; el nos  ha advertido sobre ellas.  No nos ha dejado huérfanos, indefensos, solos, sin conocimiento ni instrucciones para caminar por ese campo minado sin sufrir daño,   sin pleno conocimiento de dónde vamos a pisar; no es una verdadera osadía saber lo que está bien o no lo está.

No es su culpa si en nuestro diario vivir nos extraviamos y obviamos sus instrucciones, si nos alejamos por caminos de perdición, él nos lo ha advertido todo. Por eso, no hay excusas para culparlo porque nuestra vida no vaya por buen camino, por todo el mal que abunda en el mundo y los peligros a los que estamos expuestos.  Dios, además de ser santo, sabio, amoroso, justo y poderoso,  es un caballero; nunca nos obligará a hacer algo en contra de nuestra voluntad.   Nos concedió el regalo del libre albedrio y nos concede sabiduría para discernir donde ir, qué hacer, cómo caminar, y por supuesto,  nunca nos llevará donde no nos alcance su misericordia y justicia.  Tenemos que recordar que cuando Dios nos dice que NO hagamos algo es única y exclusivamente por y para nuestro bien; Dios no será ni puede ser  mas santo, ni mas grande, ni más perfecto ni más poderoso de lo que ya es.  El beneficio de obedecerle es única y exclusivamente nuestro.

Ante la ola de criminalidad, pérdida de la moral, corrupción, violencia e injusticia actuales, los que no conocen a Dios alegan que todo eso es muestra de que él no existe; para ellos tenemos una noticia: No es que Dios no existe, es que las personas no acuden a él ni lo toman en cuenta.  El siempre está esperando por nosotros.  La puerta de nuestro corazón tiene la cerradura por dentro, el no puede abrirla sin nuestro consentimiento. 
Un pensamiento dice “Un corazón vacio de Dios, se llena con cualquier porquería”   Cristo nos dice “He aquí yo estoy a la puerta y llamo, si alguno abre: entraré y cenaré con él y el conmigo” Apoc. 3:20   

El mundo necesita de Dios.  La maldad del mundo grita muy fuerte su necesidad de el, no basta con los hombres y mujeres que hemos decidido seguirle y obedecerle.  El esta esperando.  Depende de cada quien tomar la desicion.  Cada quien es responsable.
Los cristianos, los que hemos oido su llamado, tenemos que ser valiente y astutos al defender nuestra fe y glorificar el santo nombre de nuestro Dios,  buscando maneras coherentes y sinceras de mostrar  a los demás la belleza, la fidelidad y amor de aquel a quien servimos.  La sabiduría que necesitamos para ello el también nos la concederá.

Para muchas personas en el mundo, nuestra vida será la única biblia que alguna vez tengan la oportunidad de leer” 


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